20 mayo, 2011

Cuiden sus pertenencias

Fotografía del autor


Me acaba de suceder algo extraño (o no). Un señor trajeado, maletín de piel en mano, se ha dirigido a mí en inglés preguntándome si sé hablar en tal idioma; ante mi negativa me ha dicho lo mismo del español (estando en España ésta debería haber sido su primera opción). Ha comentado algo de la embajada de Suiza, y yo, al escuchar que le habían robado la cartera, rápidamente le he cortado diciendo que sintiéndolo mucho no llevaba nada de dinero, tan sólo el abono transporte con el cual tenía que coger el autobús que de forma salvadora ya llegaba a mi parada.

Es la desconfianza con la que actuamos en estos tiempos. Tal vez fuese un hombre honrado que contaba la verdad, pero en unos segundos até cabos y pensé que bien podría tratarse no de un pícaro intentando sacarme unas pocas monedas, sino de un estafador de altos vuelos con una estrategia y guión bien predefinidos. Si a mí me robasen, no acudiría a la caridad sino a la justicia. ¿Qué hacer mientras tanto?, joderme. Pero soy consciente que no todo el mundo actúa así, y por lo tanto poco podría demostrar su culpabilidad.

Con gente así te surge la duda ya que normalmente se nota a la legua sus intenciones. Fíjense el típico "yonki" que viene diciendo lo mismo, o que ha perdido la cartera mientras adviertes su tembleque en manos y voz. No tiene la mínima credibilidad, y el que le suelta algo es por pena o miedo.

Y si el hombre trajeado se hubiese tratado de un timador consiguiendo algo de mí, bien merecido lo tendría pues sería más timador que él. Cuando en los medios de comunicación advierten que "hay una ola de timadores actuando últimamente en tal o cual provincia, ciudad o barrio", no señores míos, no digan nada y que se jodan estos insectos atrapados en las redes de esas arañas que sacan el lado más oscuro de estos personajes despreciables. Porque las arañas, como con el timo de la estampita, se hacen las tontas, y los insectos en cambio lo son.

Por mi parte prefiero seguir siendo desconfiado que más vale prevenir que curar. No olvidemos que somos la cuna de los pícaros le pese a quien le pese, y que la evolución de éstos ha llegado a unos límites poco agradable para nosotros y nuestros bolsillos. Suerte a todos ahí afuera y cuiden sus pertenencias.

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