21 octubre, 2011

El gran batacazo

Fotografía del autor

Desde los anales de la humanidad, ésta ha ido detrás de miles de sueños. Cada persona ha buscado siempre el suyo propio. Tras años de sufrimiento ha habido quien lo ha conseguido. Unos lo lograron sin enterarse, sin esfuerzo alguno, mientras otros se quedaron en el camino.

Y la historia se repite y se repetirá hasta que la humanidad expire. Mientras sigamos pensando por nosotros mismos, perseguiremos algún sueño. Hay gente que cuando lo consigue, se desengaña por haberlo idealizado de una forma totalmente distinta a como después ha sido realmente. Pero en fin, dejemos que se equivoque por si mismo. Aconsejemos pero no se nos ocurra disuadir al no ser que se vaticine una verdadera catástrofe por el camino. De los batacazos aprendemos, y yo que llevo unos pocos, luzco unos lustrosos chichones y moratones a modo de autolesión. Pero finalmente he superado estos escollos y ahora sé qué debo y qué no debo hacer. Tropezaré en otras piedras, pero difícilmente en las mismas pues como humano que soy, ya he magullado mis pies en dos ocasiones y no ocurrirá lo mismo una tercera vez.

Como se suele decir, nadie escarmienta en cabeza agena y yo quiero ser una de estas cabezas. Celebremos nuestros batacazos como los grandes éxitos que puedan aparecer en un futuro.

07 octubre, 2011

El ángel ascendido


Fotografía del autor
 
“Te daré innumerables tesoros hasta enterrarte en ellos y relucir a mil leguas de distancia. Te concederé felicidad infinita en la Tierra. El mundo entero estará a tus pies: ante ti, bajarán la cabeza reyes, príncipes, el mismo Papa. Las mujeres que desees, las obtendrás con una simple mirada. Tu longevidad será muy superior a la de cualquier hombre y la gozarás como goza un jovenzuelo de su juventud.”  
 
Ésta era la propuesta diaria, ya monótona, de aquel diablo. Siglos y siglos repitiendo las mismas palabras, hasta conseguir hacer sudar de avaricia a sus más nobles víctimas. Se rindieron a la tentación gente ya poderosa, pobres y curas. Pero aquel diablo estaba harto, aburrido habría que decir, de su monotonía.
 
“¿De qué vale”, se decía, “ser malo? ¿Qué consigo realmente con la compra de tantas almas? Siglos escuchando las mismas plegarias: Quiero romper el contrato, dicen. Estoy tan aburrido...”
 
Un día se marcó su vida como con un hierro candente. Trataba de tentar a un motero, ya se sabe, gordo y con enormes tatuajes en los brazos.
 
–Te daré innumerables tesoros hasta enterrarte en ellos y relucir a mil leguas de distancia. Te concederé felicidad infinita en la tierra...
 
Pero el motero, en un alarde de querer imitar al diablo, tentó:
 
–¿Por qué no te compras una moto?
 
–¿Cómo? –preguntó el diablo sorprendido.
 
–Sí, una moto: grande, reluciente, con un manillar enorme. Recorrer el mundo mientras te vibran las manos, el culo...
 
El buen diablo parecía recelar.
 
–...ser el dueño de la de la carretera, llevar a una chica detrás que quiere escapar de su jefe, vivir el día y la noche...
 
–Y ¿podré beber cerveza en un local de mala muerte? –interrumpió el diablo con ojos centelleantes.
 
–¿Quién o qué te lo impedirá?
 
Y desde aquel día se montó en una moto roja y negra, dejó de tentar a los hombres y se hizo llamar el Diablo Motero. Ya jamás se bajó de la moto y los moteros se encomendaron a Él siempre que lo necesitaron, convirtiéndole así en su santo y patrón.