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“Te daré innumerables
tesoros hasta enterrarte en ellos y relucir a mil leguas de
distancia. Te concederé felicidad infinita en la Tierra. El mundo
entero estará a tus pies: ante ti, bajarán la cabeza reyes,
príncipes, el mismo Papa. Las mujeres que desees, las obtendrás con
una simple mirada. Tu longevidad será muy superior a la de cualquier
hombre y la gozarás como goza un jovenzuelo de su juventud.”
Ésta era la propuesta
diaria, ya monótona, de aquel diablo. Siglos y siglos repitiendo las
mismas palabras, hasta conseguir hacer sudar de avaricia a sus más
nobles víctimas. Se rindieron a la tentación gente ya poderosa,
pobres y curas. Pero aquel diablo estaba harto, aburrido habría que
decir, de su monotonía.
“¿De qué vale”, se
decía, “ser malo? ¿Qué consigo realmente con la compra de tantas
almas? Siglos escuchando las mismas plegarias: Quiero romper el
contrato, dicen. Estoy tan aburrido...”
Un día se marcó su
vida como con un hierro candente. Trataba de tentar a un motero, ya
se sabe, gordo y con enormes tatuajes en los brazos.
–Te daré innumerables
tesoros hasta enterrarte en ellos y relucir a mil leguas de
distancia. Te concederé felicidad infinita en la tierra...
Pero el motero, en un
alarde de querer imitar al diablo, tentó:
–¿Por qué no te
compras una moto?
–¿Cómo? –preguntó
el diablo sorprendido.
–Sí, una moto:
grande, reluciente, con un manillar enorme. Recorrer el mundo
mientras te vibran las manos, el culo...
El buen diablo parecía
recelar.
–...ser el dueño de
la de la carretera, llevar a una chica detrás que quiere escapar de
su jefe, vivir el día y la noche...
–Y ¿podré beber
cerveza en un local de mala muerte? –interrumpió el diablo con
ojos centelleantes.
–¿Quién o qué te lo
impedirá?
Y desde aquel día se
montó en una moto roja y negra, dejó de tentar a los hombres y se
hizo llamar el Diablo Motero. Ya jamás se bajó de la moto y los
moteros se encomendaron a Él siempre que lo necesitaron,
convirtiéndole así en su santo y patrón.
Muy bueno, y divertido. El diablo el santo y patrón de los moteros, ja, ja.
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