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Una mirada triste, llena de indiferencia, se ha cruzado con la mía. Ese hombre rebusca entre los cubos de la basura sin ningún tipo de escrúpulo. Mira de soslayo con cierta desconfianza y le correspondo de la misma forma.
Las colas que hay en los albergues rebosan de personas que llevan esperando toda la tarde. Muchas quedarán fuera y la esperanza de dormir caliente y llevarse una cucharada de sopa a la boca esa noche, está en la mente de todos. Y a la mía llegan recuerdos de cuando presté el Servicio Militar en la Cruz Roja: había un albergue vecino y llegaban en oleadas, de forma constante, mendigos que solicitaban medicamentos, cualquier tipo de pastillas que les ayudase a soportar los horrores de la calle. Pero evidentemente no dábamos nuestro brazo a torcer por lo cual éramos increpados con los más surtidos insultos. En más de una ocasión teníamos que acudir al albergue con la ambulancia, para llevarnos al hospital a alguna de aquellas personas por abuso de drogas, por ausencia de éstas, o por enfermedades comunes que a ellos se los llevan para el otro barrio. Y créanme que es duro, muy duro, ver salir una lágrima por uno de estos ojos llenos de tristeza, mientras tumbados en la camilla, declinan la cabeza en un acto de resignación.
Ya se ha echado encima la noche y hace frío, mucho frío... Gente desamparada, sin un techo, sin más abrigo que unos cartones, duerme tirada por las calles húmedas y peligrosas. Los más privilegiados han conseguido colarse en el cajero de algún banco, aunque tal vez su sueño sea truncado por alguien para hacerlos retornar al exterior gélido.
Probablemente algunos no resistan a esta noche. Morirán de forma anónima sin ni siquiera ser mencionados en los medios de comunicación. Estos sucesos ocurren todos los días y no le interesa a nadie. Luchan por sobrevivir y hoy tal vez lo consigan, pero, ¿quién sabe si mañana será así? ¿Quién tiene la certeza que dentro de dos días no amanecerán en la cámara frigorífica de un hospital o de un tanatorio? Sin un nombre, sin una familia en muchos casos para poder comunicar el triste deceso. Tan sólo una etiqueta colgada de un tobillo como si se tratase del precio que le ponen a un maniquí...