24 junio, 2011

Hablando sobre "Ética y polítca" de José Luis L. Aranguren. Parte 4ª

Fotografía del autor


(...) En el libro se trata algo que siempre he creído: aún con unos diputados que representan al pueblo, no es realmente el pueblo el que se representa a sí mismo. Hasta cierto punto esto no me parecería mal si dichos diputados luchasen por los intereses del pueblo.

Pienso que antes el que se hacía político era por necesidad, mientras que ahora el que se hace es por vocación. Antes el político autoritario quería llegar al poder por la necesidad tal vez, de dicho poder. ¿Riqueza? ¿Gloria? ¿Gloria póstuma? ¿Una creencia patriótica? El caso es que para conseguir sus pretensiones no se andaba con miramientos a la hora de arrasar un pueblo entero. Luego estaba el caso de los políticos contrarios a él que nacían por la necesidad de combatir una injusticia.

Hoy en día tengo la impresión que no existe una verdadera motivación (al menos en aquellos países donde se respira una cierta tranquilidad), tal vez únicamente en el caso de los que quieren llegar al poder, aunque no lleguen a arrasar un pueblo. Todos quieren gobernar y cuando uno lo consigue, el otro que lo combate arrebatándole el trono termina haciendo lo mismo. Es sólo eso, una lucha encarnizada por el poder.

Aunque esta falta de motivación puede ser una buena señal que signifique que vivamos un momento dulce a comparación de tiempos pasados. Pero no nos relajemos porque esto mismo puede conllevar una vuelta atrás, un retroceso al oscurantismo que tanto tememos.

Aranguren habla de acortar la distancia económica entre las clases, aunque no tanto por razones éticas como económicas. Pero ¿por qué no más por razones éticas? No creo que se tenga que tratar de crear más clientes del consumismo. ¿Para qué seguir engordando al capitalismo?

Han de primar las razones éticas: todos, si no iguales, parecidos. Porque todos tenemos o deberíamos tener derecho a una vida ideal. Intentemos (ya que no lo intentan otros) que se consiga una vida idealizada para cada uno de nosotros. Si no queda más remedio que esto lo consigamos por razones económicas y no éticas, que así sea (que le vamos a hacer), pero intentemos destruir el clasismo, si no económico, moral, para que todos seamos (pese a la no posible total realización) libres.



17 junio, 2011

Hablando sobre "Ética y polítca" de José Luis L. Aranguren. Parte 3ª

Fotografía del autor


(...) Rousseau exige una conversión a la política, un vivir exclusivamente por y para ella. Con lo que, tras esta exageración, si odias la política la vida no tendrá ningún sentido.

¿Por qué he de intervenir en asuntos públicos si no lo deseo? Más aún, ¿por qué he de vivir exclusivamente por y para la política? La vida no es más que la estancia en un mundo lleno de preocupaciones. Lo más adecuado entonces es intentar vivir lo más felizmente posible, preocuparte de ti mismo (el "yo" individual del Romanticismo tal como decía antes), y por la gente que te rodea; pero no hasta el punto que por ello tengas que dedicarte a la política si no lo deseas, aunque en nuestra vida cotidiana seamos un poco políticos.

Entonces queda claro que la mejor opción es vivir felizmente. Unos lo conseguirán acercándose a la política: es su forma de vivir y por lo tanto su mejor opción. Otros en cambio, conseguirán la felicidad alejándose de ella. Esto último no hay que verlo como el avestruz que esconde la cabeza bajo la tierra, sino como aquél que sencillamente detesta verse involucrado en asuntos públicos.

Debemos pensar que la política ha de ser algo que nos ayude a ser más felices, resolviendo parte de nuestros problemas. Pero si creamos una sociedad llena de políticos para favorecer a la comunidad, hay que pensar que ésta no es más que el conjunto de esos políticos donde seguramente haya una gran parte de desdichados. La conclusión: se conseguirá el efecto contrario. La solución: que cada uno se dedique libremente a lo que desee, siempre que siendo una profesión peligrosa, esté capacitado para ella.

Volviendo al dichoso "yo" individual (es difícil que se despegue ese "yo" de "mí"), ¿no es lo lógico preocuparse por los intereses particulares? Si nadie se preocupa por tus intereses, ¿por qué me he de preocupar por los de los demás, por los de la comunidad?

Lo ideal sería una correspondencia. Preocuparse por los intereses tuyos  y los de la comunidad, y que ésta se preocupase de los tuyos. Sería una buena forma de crear fuerza donde todo el mundo saldría beneficiado.

En efecto, como dice el autor, "democracia es elección o, dicho en el expresivo lenguaje político-popular, elecciones". Pero esto no significa que se tenga que votar obligatoriamente (y ahora me lloverá un aluvión de críticas), por fuerza, ya que el ciudadano con esa abstención, está interviniendo plenamente en la vida política, tanto, como el que va a las urnas. ¿Por qué?, porque defiende sus ideas no representadas por ningún partido político. Eso debería ser precisamente parte la democracia: el derecho tanto a votar como a no votar.

¿Por qué alguien que no esté de acuerdo, o incluso en total desacuerdo con los partidos políticos que presentan su candidatura, ha de ser conformista? Cuando se vota no puede ser como un mero trámite social o de conciencia, sino por convicción plena o parcial de que ese partido pueda solucionar al menos un problema que te causa desazón.

No se trata de que no se vaya a votar. Se trata de que (si estamos en una democracia) todos respetemos la democrática decisión del otro (...)

10 junio, 2011

Hablando sobre "Ética y polítca" de José Luis L. Aranguren. Parte 2ª

Dibujo del autor


(...) A nadie le gusta que le manden ni le organicen la vida, pero, ¿que ocurriría con una sociedad sin jefes? En primer lugar, que nadie sería jefe de nadie y todos serían jefes de todos a la vez. Y en segundo lugar, que si esto ocurriese, la gente únicamente miraría por sí misma, y los derechos al igual que las obligaciones, dejarían de existir.

Creo que, aunque sea egoista, eso de mirar por uno mismo es bueno (algo así como el "Yo" individual del Romanticismo), pero siempre que además miremos por el bien común. Lo ideal es solucionar los problemas de la sociedad porque suelen ser también los individuales, y después, ésos que están ocultos en cada uno de nosotros. Es evidente la imposibilidad de esto último (demasiados millones de personas para tan pocos gobernantes), por lo que habría que rozar la perfección intentando solucionar los problemas sociales, los de todo el conjunto.

Lo que veo, o creo ver claro, es que una sociedad sin jefes no es viable. Pero aquí llega otro punto que abordar. ¿Quién puede ser jefe?, o mejor dicho, ¿quién debe serlo? La respuesta es tan sencilla como la pregunta: aquél que tenga cualidades para tan complicada empresa. Alguien que esté dispuesto a luchar realmente por el pueblo siendo un vehiculo hacia la libertad.

No nos engañemos, ha de haber jefes, pero de ésos que cuenten realmente con el pueblo. De ésos que se rodeen de otros buenos jefes. Ha de haber una colaboración entre jefes (o mejor dicho especialistas de la política) y los ciudadanos de a pie

Comenta Aranguren que hay una teoría la cual asegura que "a quien le va mal en esta vida es por culpa suya, por entrega al vicio, especialmente a la pereza, a una vida disoluta, al despilfarro y a la improvisación". Pero tal tajancia no es siempre así ya que entonces, no existirían los esclavos. Porque a los esclavos les va mal en la vida aunque no se entreguen al vicio. Son personas sometidas, que lo único que pueden hacer para evitarlo, es morir; y de hacer esto sería una demostración de que les ha ido muy mal en la vida.

Eso mismo le ocurre a la gran parte de la sociedad: es esclava, está sometida al resto de la sociedad que le impone sus reglas; entonces lo único que puede hacer es ir contra ella o resignarse consumiéndose poco a poco y por lo tanto yéndole mal en la vida (...)

03 junio, 2011

Hablando sobre "Ética y polítca" de José Luis L. Aranguren. Parte 1ª

Dibujo del autor


ARTÍCULO DIVIDIDO EN CUATRO PARTES.

El derecho natural no existe. No es algo innato en el ser, por más que se empeñe en decírnoslo alguien. Cuando llegamos a este mundo estamos desamparados y sólo el amor de una madre, padre o cualquier ser humano nos hace salir adelante, pero no tenemos el derecho natural de que nos cuiden; y así continuaremos hasta el final de nuestros días.

El derecho natural es inexistente porque en un animal irracional es así y nosotros, los seres humanos, sólo hemos evolucionado a una irracionalidad que no nos da tal derecho natural.

Tras esto, únicamente basta preguntarnos: "Pues si no existe el derecho natural, ¿existe la obligación natural?, para afirmar categóricamente, "¡no!". Al igual que no tengo el derecho natural de que me cuiden, tampoco lo tengo yo para cuidar. Mi obligación consistirá en una cuestión moral.

El problema radica en que no todo el mundo posee una moral bondadosa, y, para no vernos desamparados, no nos queda más remedio (como opina Aranguren) de que la exigencia moral tenga un reconocimiento jurídico. Ya que en efecto, creando leyes, es la única manera de salvaguardarnos, debiendo intentar hacerlas lo más justas posibles para toda la sociedad, partiendo de la base (aun no siendo así) de que todos deberíamos nacer iguales ante la ley.

El derecho positivo es muy relativo, pues para que alguien tenga uno determinado, puede ocurrir que se me prive a mí de otro. Pongamos un ejemplo con el cual no todos estarán de acuerdo: Supongamos el caso de que toda persona tenga derecho a la libertad. Esto a simple vista sería maravilloso. Pero ahora imaginémonos que ningún asesino fuese condenado a la cárcel; ¿qué sería entonces de mi derecho a la seguridad? No hablemos ya de una prisión como castigo, sino más bien como una medida para mi seguridad donde corra menos riesgo de ser asesinado, atracado, etc.

Cuando un señor o señora tiene derecho a comer pipas en un cine que ha pagado, también lo tengo yo a no oír el ruido desencadenado por tal acción. Por estas razones las leyes jamás podrán ser completamente justas con todos y, como decía anteriormente, lo que se ha de intentar es hacer unas normas lo más justas posibles para una sociedad en la que no llueve a gusto de todos, donde la justicia prime en la mayoría: en los señores que no comen pipas en un cine sobre el señor que comiéndolas, perturba a toda una sala llena de espectadores (...)