17 abril, 2011

Hablando sobre "Ética para náufragos" de José Antonio Marina. PARTE 2ª

Fotografía del autor


(...) Casi todos los que no somos ricos deseamos serlo. Y esto desde luego no es posible: dejaría de haber poderosos; todos seríamos iguales y jamás nos dejarían subir para compartir su trono de oro y perlas incrustadas. No podremos ser tan ricos como los más ricos puesto que el que reparte se queda con la mejor parte. Desde luego sería lo ideal para el yo individual... Pero no sería viable ya que todos seríamos esclavos de todos y moriría la libertad que, aunque algunos carezcan de ella, otros disfrutan como en una isla paradisiaca.

No se trata pues, de llegar a una meta que no es posible. Es tan sencillo como empezar por tener ciertos derechos para poder vivir con una relativa seguridad. De tener unos derechos comunes a toda la sociedad. Pongo el ejemplo de que ansiemos el ser millonarios (otra vez vuelve el dichoso materialismo, pero en la superficie o en fondo todos lo deseamos). Por el simple motivo de quererlo no lo vamos a conseguir; el dinero nos lo tendremos que ganar, ya sea con el sudor de nuestra frente o con el de los demás, pero tendremos que mostrarnos activos en algún sentido y hacer el esfuerzo. Incluso para que seamos agraciados por la lotería, tendremos que molestarnos en comprarla y para eso, necesitaremos dinero que para poder conseguir habremos de haber trabajado previamente. Y recordemos que hay sociedades de las que es imposible salir de una determinada casta. Por lo tanto tienes ese sueño del que hablaba antes, de soñar con conseguirlo, de poder conseguir ese preciado derecho.

Además tengo todo el derecho del mundo a tener derechos. Los puedo exigir siempre que tenga deberes. Si no fuese así volveríamos a la Edad de Piedra; sin derechos ni deberes, lucharíamos en un mundo cruel por la supervivencia como las fieras. Es sólo un mutuo acuerdo entre un servidor de la sociedad y ésta, una correspondencia: "yo te ofrezco mis servicios y tú me defiendes". Vaya, ahora hemos entrado en el Medievo. Por suerte no es algo tan drástico.

Veo una contradicción clarísima respecto a algo que ya critiqué anteriormente, y ahora me da la razón de pleno. El autor en un principio dice que "tenemos que mantenernos a flote por nuestras propias fuerzas" (con lo que estoy de acuerdo hasta cierto punto). Ahora en cambio, habla de que el hombre necesita conocer la realidad y entenderse con los demás, para lo cual tiene que abandonar el seno cómodo y protector de las evidencias privadas, etc., con lo que anula lo dicho anteriormente, para afirmar la necesidad, que se quiera o no, tenemos los unos de los otros (...)

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