03 febrero, 2011

En los brazos de Morfeo



Fotografía del autor


Generalicemos: los turnos de noche son cómodos. Normalmente son relajados en cualquier empresa aunque habría que diferenciar sectores. Es algo innato en nosotros el que llegue la noche y baje nuestra actividad mental y física; nos envuelve la oscuridad y con ella una modorra extrema no nos permite dar más de sí. Aun siendo así, estos turnos están mal remunerados, pues se hacen eternos y desbarajustan el ritmo normal y conveniente de la vida. Yo que he estado varios años trabajando de noche, pongo la mano en el fuego de que esto es así.

El aburrimiento es una constante y el mirar el reloj a cada segundo es inevitable. Y cuando en una empresa haces más horas que en otra, cuando comienzas a trabajar por la tarde todavía con los últimos rayos de sol apuntando en el horizonte y sales por la mañana al alba, entonces, te consideras la persona más desdichada bajo la faz del mundo laboral.

Llegas a tu casa conduciendo el coche como un autómata y no sabes si desayunar o comer algo salado a modo de cena mañanera. Al no decidirte optas por irte a dormir pues es lo que más apetece. Tras estar esperando este momento como agua de mayo, te desvelas increíblemente y al quedarte dormido por fin, se apodera de ti un sueño morboso, antinatural, como una larguísima pesadilla en la que recreas todas las horas pasadas. Te despiertas a ratos y cuando más a gusto estás, cuando la tranquilidad te desborda por los cuatro costados, tienes que levantarte. Cenas (o desayunas) desganado y tienes que volver al trabajo perdiéndote todos los placeres de la vida.

En pocas semanas comienzas a adelgazar de forma preocupante y tu rostro demacrado y ojeroso, puede crear una falsa impresión a los demás. "¡No me drogo!", dan ganas de decir a los cuatro vientos. "¡Tan sólo estoy hasta las narices de ser un murciélago, un búho que pasa la noche ululando sus desdichas sin ser escuchado porque a esas horas todo el mundo duerme!"

Ciertamente deseas volver a convertirte en un ser humano normal. Los días que libras estás desconcertado: intentas establecer el orden durmiendo por la noche y comiendo a las horas debidas sin conseguirlo; la claridad del día estorba a los ojos de forma extraordinaria vagando por la calle como un "zombie". Y en un momento dado te hartas y dejas el trabajo, jurándote a ti mismo no volver jamás al turno de noche.

2 comentarios:

  1. Cómo se nota que sabes de lo que hablas. Tu narración consigue que cualquiera descarte por completo la absurda idea de trabajar por la noche. Verdaderamente angustioso.
    Felicidades. Muy bueno.

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  2. muy bien transmitida la angustia!

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