20 enero, 2011

Un día de compras


Fotografía del autor


Han llegado las rebajas. Las colas se acumulan en las entradas de los grandes almacenes aún cerrados. Se abren las puertas y una estampida de gente entra, seguramente, con una estratagema urdida de tanto tiempo esperando en la calle. "¡Aquella, aquella estantería es la mía! ¡Tengo que llegar el primero! Ya está a mi alcance aquella prenda delicada. Qué suave parece; qué colores más bonitos". Y cuando las manos casi la acarician, se adelantan otras arrebatándola para siempre. Comienzan las discusiones, se empecinan las dos personas y se sumergen en un ritual de insultos.

La gente compra compulsivamente llegadas las rebajas. Lo que debería ser para ahorrarse un dinero, se convierte para algunos en gastarse gran parte del sueldo. Y no nos engañemos, la ropa suele ser por lo general de peor calidad y mal gusto, que es lo que venimos llamando unos trapos. Y cuando encontramos un artículo que vale la pena y con un buen descuento, no puedo menos que pensar que, o nos engañaban antes o bien lo hacen ahora. Son comerciantes y si ponen algo a un precio es porque van a tener ganancias. No caigamos en el error de que hemos encontrado una ganga y por lo tanto está regalado; nadie regala nada ni da duros a pesetas. Nos intentan convencer que todo es de temporada cuando realmente lo desempolvan de los almacenes en la mayoría de los casos; por lo que, por poco que saquen, ya es mejor que si lo hubiesen tenido allí como alimento para las polillas.

Los letreros anunciando las rebajas en todos los idiomas posibles, ocupan los escaparates de las tiendas, pero el otro día había una niebla espesa y no podía ver las susodichas rebajas por ningún sitio. Me adentré por lo tanto en un local en busca de los artículos de los que hacían hasta un 70% de descuento; y sí, los encontré, pero ni regalado me pondría nada de aquello.

En definitiva, señores, prefiero pagar un poquito más y comprar menos cantidad, e ir a gusto por la calle. Si encuentro algo que me convenza, perfecto, si no, esperaré sin mayor problema que nunca fui de estar todo el día metido en tiendas. Y me evitaré apretones, empujones y largas colas para terminar por ver la cara de espanto de la pobre cajera desbordada, desquiciada y seguramente mal pagada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario