09 enero, 2011

Goodbye!

Fotografía del autor


Ya no se puede fumar en ningún espacio cerrado. ¿Quién devolverá a los restaurantes y bares el dinero invertido en mamparas para dividir espacios entre fumadores y no fumadores? ¿Qué será ahora de estos negocios donde la gente únicamente pretendía pasar un momento de ocio?

En las cercanías a centros sanitarios, tampoco está permitido y a sus empleados les tiemblan las manos pasadas unas horas (hoy no me fiaría de ser intervenido por un cirujano fumador). Y si nos quejábamos del trato recibido en la Seguridad Social, a partir de ahora no me lo quiero ni imaginar; este trato se extenderá seguramente a los hospitales privados y por lo tanto dará comienzo la lluvia de despidos. No es necesario ser muy observador para darse cuenta que la gente está más irascible desde el 2 de enero. Tal vez, cuando pase el tiempo, todo este mal humor torne a sus cauces gracias a la costumbre. Tal vez las consecuencias no sean tan catastróficas, pero ya me ha comentado una compañera de trabajo que han despedido a dos personas de un bar porque el dueño sabía que el volumen de clientes iba a ser menor. Tal vez en el futuro todos seamos más felices, pero ahora echamos humo y no precisamente por la boca.

Todos somos conscientes que fumar es muy perjudicial para la salud. ¿Pero no es probablemente más perjudicial el humo de los coches y de las fábricas que pueblan nuestras ciudades y del cual no podemos escapar? ¿Por qué no toman medidas a este respecto? ¿Por qué no introducen coches eléctricos o que funcionen con gas? Es evidente que las decisiones se toman por los intereses creados; pero ésta no se debería haber tomado nunca en estos días de paro. No pueden poner en peligro los puestos de trabajo de tantas personas, no en estos días de tal inestabilidad económica. Y muchos pensarán que soy un exagerado, otros, que un conspiranoico, y espero que lleven razón, pero tiempo al tiempo porque jamás he visto los bares tan desolados y nuestras aceras tan llenas de colillas.

Ante todo lo que ha de imperar es el respeto a los demás: no creo que esté prohibido fumar en una parada de autobuses, pero los fumadores se deben concienciar que si lo hacen molestarán a las personas que tienen a su alrededor. Otro ejemplo: si fumas en una playa no entierres la colilla en la arena porque cuando yo me tumbe allí, quiero ese lugar inmaculado. Si muchas cosas salieran de nosotros mismos, posiblemente no nos prohibirían tanto.

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