16 septiembre, 2010

Del poemario INTERCALACIONES

2

Los pelos se enredan
en los seis agujeritos del desagüe.
Me dan repelús.
¡Casi tengo que apartar la vista de ahí!
Cubro mis manos con guantes de Látex,
me armo de valor,
y consigo sacar uno larguísimo.
Salgo a la ventana.
Ato un extremo del pelo
en un gancho que agujerea la cornisa.
El otro extremo lo anudo a mi garganta,
no sin antes subirme el cuello de la camisa para evitar su contacto.
Aunque el pelo no resista
el asfalto es durísimo. Agur.



6

¡Qué hermosa fístula
asoma en tu carne!
Como una boca que escupe
babas deliciosas. El volcán provocativo
que consume mi neocórtex.



10

Las esquirlas de la noche rota,
hieren a las siluetas
de los edificios
apagados.
Sus antenas, que son extremidades de monstruos,
se esconden,
mientras otras se alargan
por el pavimento azulado
con el riesgo
de terminar
crujiendo bajo un zapato.
Los árboles, fieles a su morada,
custodian la negrura que
poco a poco
escapa entre sus hojas,
que verdean una mañana más.




15

Pues sí, un día
me aplastó un exceso de ilusión.
Cayó sobre mí
como una catedral arruinada.
La ilusión
se volvió en contra mía
y se autosepultó. Y a quedado maltrecha.
Pues sí, la luz
me huye. Acude con presteza la oscuridad.
Siempre aprovecha para robarme
un trocito de vida, que se traga
para convertirse en luz,
y ocurre como un puntito de luz
en el cosmos: perdido como el náufrago.
Pues sí, mi cerebro reptiliano
engulle al neocórtex,
y tiene la necesidad de seguir
devorando salvajemente
todo lo que encuentra en su camino:
la ilusión,
la oscuridad,
la luz... y a sí mismo
aunque muera de una indigestión.

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